¿Cambió la percepción del consumidor tras el nuevo etiquetado de alimentos?
Hace ya varios meses que entró en vigor la norma del etiquetado de alimentos procesados, la cual alerta al consumidor a través de octágonos negros sobre los excesos de grasas saturadas, azúcares, carbohidratos, sodio, grasas trans, cafeína y edulcorantes peligrosos para el consumo infantil. Muchas personas se preguntan cuáles son los resultados de esta estrategia y si realmente ha contribuido a disminuir su consumo.
La iniciativa para modificar el etiquetado se presentó ante la Cámara de Diputados en julio de 2019, con el fin de que los consumidores mexicanos tuvieran a su disposición un etiquetado fácil de entender y claro. Los productos siempre han llevado etiquetas con las materias primas alimentos que se utilizan en su fabricación, pero pocos consumidores se detienen a leerla y, peor aún, no comprenden la información presentada.
Alicia Teja Zuñiga indica que dicha iniciativa se aprobó el mismo año y entró en vigor el 1 de octubre de 2020, cuando papas fritas, refrescos, panecillos y prácticamente cualquier alimento procesado lleva octágonos frontales con información veraz, concreta, rápida y simple sobre el contenido nutricional, por lo que la industria alimentaria debe alertar sobre los excesos considerados como poco saludables para la salud del consumidor.
No obstante lo anterior, los consumidores no han dejado de comprar los productos marcados con octágonos negros. Si bien tienen una percepción más realista sobre los alimentos que consumen, su intención de compra no ha cambiado en la mayoría de los casos.
De acuerdo con Héctor Toledo Teja, los sellos han ayudado a personas que buscan alternativas saludables o productos bajos en calorías, por ejemplo una persona que quiere bajar de peso y compraba pan integral o “sin azúcar” pensando que le ayudaría en su objetivo, actualmente puede optar por otra alternativa más saludable.
En cambio, otros consumidores son menos propensos a tomar en cuenta las recomendaciones de los sellos; uno de estos grupos lo conforman las personas con un menor poder adquisitivo, quienes tienen que satisfacer sus necesidades con los recursos que cuentan, por lo que no les importará que un producto tenga exceso de azúcares si va a saciar su apetito.
El otro grupo es de consumidores indiferentes a los etiquetados, quienes no solo ignoran los octágonos de alerta en alimentos, sino las imágenes que se encuentran en las cajetillas de cigarros para concienciarlos sobre los componentes de un solo cigarrillo, que pueden ser los mismos que productos como lubricantes, pinturas, combustibles u otros productos industriales, como el plomo, arsénico, hidrocarburos, etc.
Ahora bien, Angelica Fuentes señala otro problema: los consumidores que asumen que los productos alimenticios sin sellos son saludables y que pueden comer de más pensando que no les aportan muchas calorías.
El problema del consumo desmedido de alimentos ultraprocesados aún no termina, falta mucha educación para el consumidor y reformas más severas para que los fabricantes utilicen materias primas e ingredientes menos nocivos para la salud de sus clientes.
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